Pedagogía Waldorf en el Primer Septenio
La primera misión y la más importante del niño pequeño, es la compenetración y la configuración de la organización corporal. A ella se dedica el niño –aun de modo inconsciente- por impulso propio, a partir del primer día de vida, con la máxima intensidad posible. Aún así, no alcanzarían la meta sin la intervención del adulto, dado que el erguirse, el caminar y el hablar no se encuentran predestinados genéticamente, sino que se adquieren interactivamente mediante el ejemplo de los adultos y su dedicación. Acompañados por los mismos y estimulados por los mayores, a través de una práctica constante, el niño desarrolla sus facultades sensorias, paso a paso conquista el dominio de su musculatura motriz, obteniendo así la libertad de poder moverse en el espacio y descubrir su entorno. Todos estos esfuerzos se van plasmando en el cerebro como interconexiones neuronales diferenciadas, las que a su vez forman la base de aquello que mas adelante se presenta como capacidad conceptiva y facultad del pensamiento (Eliot 2001).